viernes, 28 de mayo de 2010

Perversa inocencia

Le levantó la pollera de florcitas y le estiró las piernas hasta dejárselas completamente abiertas. Con violencia, la arrojó por la escalera; en el otro extremo la recibió Daiana. Notó que conservaba la sonrisa, aunque se había manchado la cara, tenía el pelo revuelto y, como era de esperar, había perdido la pierna izquierda en la caída. Daiana que, a pesar de sus siete años, conocía mucho de actitudes, sabía que los celos de su hermano eran producto de la preferencia de sus padres por ella. Recogió la muñeca tuerta y le colocó la pierna que había quedado suspendida en el sexto escalón. Los hombres, incluso a esa edad, tienen mecanismos de defensa muy extraños.

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