viernes, 28 de mayo de 2010

Éxodo

Desde que Esther decidió dejarlo, la casa parecía deshabitada. Las flores del macetón estaban secas, las hojas del árbol de adelante habían tapado la canaleta, y la última lluvia esperaba inútilmente ser absorbida por la tierra del jardín convertido en pantano.
Adentro, el olor a humedad golpeaba en la cara al que entrara. Una pila de ropa sin doblar amenazaba al gato que se paseaba arriba de la mesa, olfateando los restos de comida de la cena del día anterior. Los ácaros daban un festín en la alfombra del living y en la cortina marrón, mojada por lo que se había filtrado de la lluvia. Él leía el diario y Esther miraba la tele, demostrando, sin esfuerzo, que hay muchas maneras de abandonar a un hombre.

3 comentarios: