viernes, 30 de abril de 2010

Desencanto

  Su mamá la despertó a las nueve del sábado porque ella se lo había pedido. Ese era el único día de la semana en que el despertador no sonaba y era libre de dormir hasta las doce si quería, aunque éste no era el caso. Lucía quería acompañar a su papá al supermercado y controlar lo que se podía tachar de la lista que prepararon juntos la noche anterior. Probó varios changuitos y cuando encontró uno al que no se le trababan las ruedas, fue a chequearlo con el experto.
  Los dos se abrieron paso por las góndolas, ella revisaba las fechas de vencimiento de lo que Osvaldo elegía; si alguien sabía de compras, ése era él. Mamá cocinaba, hacía la listita (a veces) pero, para comprar, nadie como él. Ella estaba re contenta, papá la había dejado agarrar una barra de chocolate del oscuro que tanto le gustaba por haber sido tan buena compañera de supermercado. Ahora sólo quedaba ir a la caja, lo que más la aburría y, después, a casa.
  Llegaron pasadas las doce y media, mamá los vio llegar y se sacó el delantal. Era raro, nunca se lo quitaba los sábados hasta después de almorzar. Entraron y ella dijo: Osvaldo, llamó tu mamá, falleció tu abuela. Le pareció que él estaba por llorar, pero era el más fuerte de los hombres que conocía, y ahora se había ido a la pieza y ella solita iba a seguir con la tarea encomendada. Bajó las bolsas del baúl y empezó a guardar la fruta y las cosas que van en la heladera. Dejó el chocolate para otro día, uno mejor.
  Por la tarde la dejaron con la otra abuela, la mamá de su mamá, y se quedó a dormir. Jugó con sus primos y comió pastel de papas, dos porciones, y le hizo un dibujito a papá. El domingo volvió a casa. A la nochecita Osvaldo llegó con los ojos hinchados y rojos. Decidió darle el dibujo después; no quería verlo llorar. Él se acercó, la saludó y le preguntó cómo se había portado con la abuela. Cuando terminó la frase se dio cuenta; porque ella era chiquita pero astuta, y encima mamá siempre decía que el olfato lo había heredado de él. ¿Vos estuviste fumando?, le preguntó, y él, intentado resultar agradable, respondió: sabés que yo no fumo. Pero Lucía conocía ese olor, era el que tenían los papás de Camila en la boca cada vez que hablaban; no era tonta, qué se pensaba.
  Osvaldo quiso saber cómo lo había descubierto, pero no se animó a preguntarle. Lucía sintió por primera vez qué se sentía al ser defraudada y, por muchos meses, se quedó durmiendo los sábados hasta las doce.

2 comentarios:

  1. TURRRRRRRRRRRIIIIIIIIIINNNNN
    1° tenes el mismo ipod que yo. No en rosa.
    2° y mas importante, el boludo de Remón habló sobre tu blog, nunca pense que te conocería, ni mucho menos que iba a comer de tu comida. Un gran honor conocer a apuntoletra. Nos vemos. No tengo tiempo de leer ahora. Ya se dónde.

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  2. jajajajja, Pitta, sos un groso! Ahora me paso por tu blog!

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