miércoles, 3 de febrero de 2010

Delicia

Era lo más rico que había probado en su vida. El merengue, firme, le llenaba la boca de aire y azúcar. El chocolate había tomado el dominio y se deslizaba como una alfombra elegante sobre su lengua. Todo lo empalagoso del dulce de leche era neutralizado por las frutillas: totalmente ebrias de coñac, danzaban amalgamando los sabores. Esa noche, la chica del pastel había resultado el manjar más exquisito.